Según sus estudios, el cerebro humano está más preparado para registrar las emociones negativas y nuevas, que las buenas noticias. Si bien las investigaciones en neurociencia están empezando a dar sus primeros pasos, especialistas como el psiquiatra Norman Rosenthal (autor de The Emotional Revolution) asegura que las conclusiones recientes coinciden siempre en un punto: "Los acontecimientos negativos evocan reacciones corporales y emocionales más fuertes y más rápidas que los neutrales o positivos".
El miedo, la tristeza, la ira y el disgusto, entre otras, funcionan como nuestros aliados y son mensajes que el cerebro envía para asegurar nuestra supervivencia, no para que seamos plenos y felices como siempre soñamos.
Si el cerebro no registra las cosas que te hacen bien, eres tu quien tiene que esforzarse por valorarlas. Ser feliz es una necesidad cultural, resultado de una búsqueda que viene a sumarse a todas las cosas que hacen a tu bienestar; algunos de los ejercicios que proponen los especialistas son estos:
* Admitir que no todo puede controlarse o aligerarse.
* Saber estar en silencio.
* Construir desde lo que hay y no desde lo que falta.
* Aprender a reírte de vos misma.
* Hacer saber lo que sientes.
* Identificar el propio potencial.
* No depender de los mandatos externos e internos.
* Cuidar los vínculos más cercanos.
* Ponerte en los zapatos del otro.
* Ser auténtica.
La clave, dicen, es conseguir un cambio de humor para poder tener otro punto de vista frente a una situación determinada: la inteligencia emocional es lo que te ayuda usar correctamente las emociones para tomar las riendas de tu vida. Podés aplicar todas estas pautas o crear las tuyas. No hay reglas unívocas. Lo importante es no anestesiarte y asumir de una vez por todas que el bienestar físico es necesario, pero la salud emocional es la gran reina de esta era.
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