miércoles, 25 de agosto de 2010

El Pequeño Colibri Azul- Cuento




El pequeño colibrí azul se sentía triste y cansado.
Se perdió cuando viajaba con su familia en busca de un lugar más cálido donde pasar el invierno, y cuando
entró la noche, después de mucho tiempo buscándolos sin ninguna suerte, se resguardó en una pequeña
cueva que encontró en la montaña. Dentro solo había unas cuantas ramas y hojas secas llevadas por el
viento. Aunque alimentarse no era algo que a él le preocupara, ya que siempre había sido muy hábil para
esta tarea, el no saber si volvería a ver a sus seres queridos le entristecía profundamente.
- No te alejes de nosotros cuando migramos a otro lugar-, le repetían siempre sus papás.
Pero él se emocionaba con todas las cositas que descubría durante sus viajes, y se quedaba boquiabierto
contemplando esas maravillas, batiendo sus pequeñas alitas encima de cada tesoro, mientras los demás
seguían su camino sin percatarse de su falta.
Aquel día mientras volaban vio un destello de luz, un reflejo que salía de entre los árboles y sin darse cuenta
fue perdiendo altitud y acercándose para ver que era aquella hermosa luz. Entonces descubrió un enorme y
precioso lago de aguas cristalinas que le dejó totalmente sorprendido.
- ¡¡¡Uauuu!!!- Exclamó, viéndose reflejado en el agua. -¡¡¡Que maravilla!!!!-
Él nunca había visto nada igual. El sol empezaba ponerse y sus rayos en el agua aparecían como brillantes
reflejos dorados que casi cegaban, convirtiéndolo en un cuadro espectacular.
Allí correteó por encima del agua jugando con su reflejo, utilizando como espejo las quietas aguas donde
contemplaba las blancas nubes deslizándose por el cielo. No se dio cuenta que el tiempo pasaba y cuando
de pronto alzó su vuelo llamando a su familia para enseñarles lo que había descubierto, vio que su llamada
no era respondida, y que sus papás y sus hermanos habían seguido su vuelo, y donde estaban ahora ya no
podían oírle.
De pronto un enorme temor se adueñó de él.
De sus ojos desapareció toda esa belleza y solo escuchaba ruidos extraños que cada vez aumentaban más su
miedo y su malestar. Unos gritos de aves desconocidas resonaban por el bosque, y todo lo que antes parecía
bello se convirtió en algo tétrico y fantasmal. El sol ya casi no alumbraba y temía quedarse solo en el
bosque, así que salió volando en busca de su familia.
Pero la noche entró y el seguía solo.
Buscó entonces un lugar donde cobijarse y allí pasó la noche. Con las hojitas que había en la cueva se hizo
una camita un tanto ruidosa, ya que las hojas estaban secas pero por lo menos le dieron un poquito de calor
para esa noche. Al día siguiente cuando despertó no recordaba que se había perdido, pero pronto al
levantarse recordó lo que había sucedido, y empezó a preocuparse.
- ¡Oh, Dios mío! ¿Qué voy ha hacer aquí solo?, ¿Dónde está mi familia?- Y pronto descubrió cómo
les echaba de menos.
Sus papás siempre le repetían que si algún día se perdían lo que tenía que hacer es no alejarse del último
lugar por donde habían pasado todos juntos, ponerse en un lugar suficientemente alto como para que
pudieran verle cuando volvieran a buscarle, y que nunca dejara que el miedo le impidiera ver la realidad.
-¡¡¡ Es verdad!!!!- Dijo cuando recordó. -Mis papás me dijeron qué tenía que hacer si me perdía así
que no tengo nada que temer, mi familia me está buscando y pronto nos reuniremos-
Así que salió de su cuevecita despidiéndose de ella y dándole las gracias por haberle ofrecido cobijo esa
noche.
De nuevo todo volvía a ser hermoso, y la seguridad de que encontraría a su familia le hacia volar feliz y
alegre por unos parajes totalmente desconocidos para él. Pronto encontró de nuevo el lago por donde
volaron la última vez y allí buscó el árbol más alto y se posó en una de sus ramas. Mientras esperaba,
empezó a canturrear y poco a poco se fueron añadiendo a su canción todos los pajarillos que habitaban por
esos entornos.
Él les contó que se había perdido, y decidieron cantar muy muy fuerte para que todo el que pasara pudiera
oírles. Pronto su canción se podía escuchar desde muy lejos, lo que ayudó a su familia a encontrarle más
rápidamente.
Después de aquel día, nuestro pajarillo se había hecho más sabio. Ahora sabía que tenía que advertir
siempre a su familia cuando se alejaba de ellos durante sus viajes.
Sabía también que durante el camino de la vida encontraría a quienes le ofrecieran su ayuda, y lo más
importante de todo, descubrió que cuando el miedo se apoderaba de él las cosas más hermosa podían
parecer las más terribles.
ťŠRosa Maria Roe
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Está bueno. Muchas gracias. :) me hizo recordar e imaginar muchas cosas. Está tierno y real a la vez. Abrazos de colibrí